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martes, 22 de noviembre de 2011

CARTA A TI FRATERNO

TE ADMIRO, en primer lugar por tu valentía en nadar contra corriente como el salmón, para lograr ascender a fuentes límpidas y frescas, no soñadas por la generalidad de la gente.
En estos tiempos, como en tantos otros de la historia, en que los valores del espíritu están tan devaluados  y en donde reina la mediocridad, el individualismo, el egoísmo, tú has querido ir por otros derroteros que te acercan al que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Te admiro porque tienes reservado ese día a la semana para juntarte con tus “hermanos fraternos”, como  ampulosamente denominas a tus compañeros de fraternidad.
Te admiro porque te veo llegar cansado del azaroso trabajo del día, pero esperanzado en encontrar calor humano, aliento en la oración y luz en la reflexión del evangelio del día.
Te admiro porque con ellos quieres hacer   la experiencia  de vida en esas dos cortas pero sabrosas horas semanales.
Te admiro porque todavía encuentras algún tiempo  al mes para acercarte a aquellos que son los predilectos del Señor: Los pobres y excluidos de la sociedad, a través del apostolado de la fraternidad.
 
TE ACOMPAÑO con ilusión en la búsqueda incesante  del sentido de la vida, en la respuesta acertada ante la incertidumbre y la oscuridad que proyecta la realidad actual.
Quiero ser tu compañero de camino en la encumbrada meta de la realización como persona, como ser en relación  con la vida, el prójimo y el Creador.
Quisiera no defraudarte y poder ser contigo un Champagnat hoy, con tus sueños, tus trabajos y tus triunfos.
Mucho puedes ayudarnos a seguir fiel  en el camino de Champagnat, viendo tus esfuerzos por profundizar en tu vocación laical marista.
Hermanos y laicos juntos podemos lograr lo que no podríamos alcanzar por separado.
Hoy laicos y hermanos juntos haremos la ruta Champagnat, naciendo al mundo marista  en   la Vallá, alimentando nuestra fraternidad y espiritualidad en la acogedora casa madre del Hermitage, desplegando  el apostolado por los  cerros y valles del  Pilat, del  Bessat, del Puy…
 
TE PIDO no claudicar en este llamado a ser luz para los demás, en llevar adelante la nueva evangelización encomendada por la Iglesia a laicos y religiosos.
Te pido alimentar tu espíritu con la lectura y reflexión de la Palabra de Dios, a sentir la cercanía de la Buena Madre que, como en Caná hoy nos pide “hacer lo que El os diga”.
Te pido  ayudes a crecer a tu familia, tu fraternidad, la Iglesia y la sociedad con  el ejemplo y con el  ejercicio de la doble vocación de ser discípulo y misionero para estos tiempos.
 
TE AGRADEZCO porque con tu entrega generosa, nos ayudas a perseverar en el camino del bien y del apoyo incondicional al necesitado.
Te agradezco porque, a pesar de tus múltiples ocupaciones y responsabilidades, apartas un tiempo precioso para tus “hermanos fraternos” y los enriqueces con tu oración,  tu reflexión, tu aporte y tu cariño.
“No estamos deprimidos ni tampoco distraídos”, sino muy entusiasmados por la llamada del Señor: “Ven y sígueme”, para cumplir la misión de irradiar al mundo con la luz del Evangelio.
No queremos distraernos con  otras llamadas que también nos hacen  desde la acera de enfrente, para contrarrestar nuestro crecimiento espiritual y nuestro compromiso de apostolado.
 
ALABO AL SEÑOR porque sigues siendo luz, fuerza, entusiasmo, compromiso y se puede decir de ti que eres un Champagnat para los tiempos de hoy.
 Hno. Feliciano Arroyo

viernes, 18 de noviembre de 2011

martes, 15 de noviembre de 2011

Y DESPUÉS DEL ENCUENTRO NACIONAL…¿QUÉ?

(Nota del hermano F. Arroy)

Hemos pasado ya diez días desde el IX Encuentro Nacional de Fraternidades.
Vivimos  dos días intensos revisando nuestro Proyecto de Vida de la Fraternidad.
Escuchamos nuevas propuestas para impulsar los cuatro núcleos en los que se asienta la mística y espiritualidad marista: Oración , Formación, Espíritu fraterno, Apostolado.
 
Sentimos la marcada y preocupante ausencia de unos treinta fraternos que por diversas razones no pudieron enriquecerse de este encuentro. Tuvimos una fraternidad sin representación.
 
Echamos una mirada  hacia el reto que nos espera para el 2012, de organizar el IX Encuentro Provincial  de Fraternidades. al ser los anfitriones.
¿Qué podemos ofrecer a nuestros fraternos de la provincia? Nuestro crecimiento humano y espiritual , desde la mística marista, será el  mejor regalo que podemos ofrecer.
 
Reafirmamos la vida de oración a través del método de la Lectio Divina y otras formas  de oración para no caer en la monotonía. Este es el punto prioritario para este año y el próximo.
 
Se nos pidió una formación profunda para remediar las lagunas existentes en variados aspectos de la cultura religiosa. Se hace necesaria la participación activa de las reuniones semanales para crecer en los núcleos antes señalados y no caer en el enfriamiento.
 
El lema del Encuentro “ El encanto de vivir en fraternidad” iluminó todo el quehacer de los dos días y nos llevó a un compromiso de vivir las pequeñas virtudes que tanto impactaron en el ánimo de los asistentes.
 
Si las crisis ayudan a crecer, el quedarse estancado y sin buscar solución a las mismas es el gran freno que no deja caminar ni personal  ni colectivamente a las fraternidades. Se nos pide dar un sentido profundo a la palabra “fraternidad. tan rica en contenidos y ojalá también en vivencias.
 
Especial énfasis se hizo  en el compromiso del apostolado o misión que debe desarrollar cada fraternidad y cada miembro de esa fraternidad. La madurez humana y espiritual de una fraternidad se mide por el grado de compromiso con el apostolado, siguiendo la inspiración de Marcelino Champagnat al afirmar que todas las diócesis del mundo entran en nuestras miras”.
Traduciendo esta frase al lenguaje y realidad actual salvadoreña , debemos estar abiertos a los diferentes lugares donde la palabra de Dios y nuestro testimonio de cristianos comprometidos  sean necesarios.
 
El encuentro recién pasado forma parte de esos “tiempos fuertes”, en los que se nos mueve un poco el piso , pero para afianzarnos más , para salir de la monotonía, para  aceptar los retos que , a medida que vamos aumentando en tiempo , crezcamos también en frutos.
 
¿Cómo está sintiendo en usted y en su fraternidad, que el Encuentro recién pasado valió la pena?
 
Felicitamos a quienes pudieron participar en el IX Encuentro Nacional y les invitamos a ir separando los días 9, 10 y 11 de noviembre del 2012, para vivir la experiencia del IX Encuentro Provincial de Fraternidades a desarrollarse en nuestra patria.

El diario vaticano y la regulación de las agencias de calificación

L'Osservatore Romano opina sobre el proyecto de nueva regulación europeo

ROMA, lunes 14 de noviembre de 2011 (ZENIT.org).- La guerra del rating ha comenzado. Las tres hermanas americanas --Fitch, Moody's y Standard&Poor's- están en la cuerda floja –afirma hoy en un artículo el diario vaticano L'Osservatore Romano. En Estados Unidos y Europa, el mundo de la política exige con insistencia que se le ponga la brida a un mercado demasiado potente, capaz de crear enormes desequilibrios en los mercados y de arriesgar la vida de los Gobiernos.

El día después “de la metedura de pata de Standard&Poor's sobre la deuda de Francia --afirma el diario vaticano--, desclasificada por error, se filtra desde Bruselas el proyecto de la nueva regulación UE sobre las agencias de rating”.

Y no son de color de rosa, anuncia: sanciones en caso de errores, suspensión de las valoraciones de los países en dificultades e informaciones previas a quien es juzgado, para corregir eventuales errores.

Las nuevas reglas serán presentadas el martes en Estrasburgo por el comisario del mercado interior, Michel Barnier, que ya había explicado sus objetivos: “reducir la dependencia de las agencias, reforzar la competencia, hacer más transparente el análisis y aumentar el rigor cuando se trata de valorar las deudas soberanas”.

Por primera vez, señala L'Osservatore, “se indica el camino de las sanciones civiles a la agencia 'responsable de infringir, intencionadamente o por negligencia grave, la regulación comunitaria', 'causando perjuicios a los inversores'.

La nueva regulación impone a las agencias la obligación de informar a la autoridad que emite el título --Estado u otra entidad administrativa- sobre los elementos en qué se basan las valoraciones.

La notificación debe darse al menos “un día laborable pleno antes de la publicación”, de modo que se puedan corregir las eventuales inexactitudes (como sucedió este verano con la deuda estadounidense).

La Comisión pretende, además, según el dirio vaticano “la limitación del papel de las agencias en 'situación de peligro existente e inminente por el funcionamiento' de los mercados financieros o 'por la estabilidad financiera de todo o de parte del sistema económico de la UE'.

El proyecto incluye, además, la posibilidad de suspender el rating de aquellos países que están “negociando un programa de asistencia económica internacional” de modo que se pueda reducir los “efectos de recaída” sobre valoraciones de otros países.

Un punto sobre el que, sin embargo, la Comisión UE no ha dado el gran paso, advierte L'Osservatore Romano, es el de una agencia de rating europea, una petición ya formulada por el Parlamento UE en junio y sobre el que no hay acuerdo unánime. La propuesta se considera interesante pero de “difícil” actuación.

Las agencias de rating son criticadas, a menudo, por los analistas financieros porque no siempre son fiables sus análisis, ya que como sociedades privadas no están exentas de conflictos de intereses. Apenas una semana antes de la caída de Lehman Brothers, en 2008, las agencias habían emitido un rating positivo sobre la banca estadounidense.

Muchos analistas, además, destacaron que eventuales agencias gubernamentales serían menos fiables al depender de los ejecutivos nacionales y de las esferas de la política local.

sábado, 5 de noviembre de 2011

IX ENCUENTRO NACIONAL DE FRATERNIDADES DE EL SALVADOR



PRIMER TEMA
LECTIO DIVINA
 Invocación al Espíritu Santo

LEER
 EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 16,9-15
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: "Ganen amigos con el dinero injusto, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo poco, lo es también en lo mucho; el que es injusto en lo poco, lo es también en lo mucho. Si no fueron de fiar en los bienes de este mundo, ¿quién les confiará lo que vale de veras? Si no fueron de fiar administrando lo ajeno, ¿quién les confiará lo de ustedes? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien será fiel a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero."Oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. Jesús les dijo: "Ustedes presumen de observantes delante de la gente, pero Dios conoce sus corazones, porque en realidad, lo que parece valioso para los hombres es despreciable para Dios."
Palabra del Señor.
Para comprender el texto (lectura personal)
En los versículos anteriores a este texto, encontramos el pasaje del administrador deshonesto(16, 1-8), preocupado por tener a alguien que le reciba en su casa (16,4). En (16, 9-15) nos invita a considerar la riqueza en su valor de instrumento mediante el que podemos procurarnos amigos que nos reciban «en las moradas eternas» (v. 9): se trata de los pobres de Lc 14,12-14, un tesoro indudable. Pero también en el texto de este día se estudia el tema de la riqueza y la actitud de autojustificación de los judíos (fariseos).
Sabemos por la historia que los fariseos del tiempo de Jesús no estaban ligados al dinero; en general vivían del trabajo y no eran dueños de grandes fortunas. Sin embargo, como herederos de una tradición que remonta hasta el origen de Israel, consideraban la riqueza como signo de bendición de Dios; por eso aunque supieran repartir limosnas entre los más necesitados de su pueblo, no estaban dispuestos a compartir su vida y sus riquezas con los pobres. Recordemos que una de las grandes constantes de la religiosidad de Israel ha consistido en identificar el don de Dios con una tierra material, con una bendición ligada a los bienes de este mundo.Teniendo esto en cuenta es lógico que Lucas se atreva a señalar que los fariseos «se burlaban» de las opiniones de Jesús (16, 14). Por nuestra parte, podemos añadir que la mayor parte de la economía de este mundo se sigue burlando de Jesús, de una manera más o menos descarada. Se supone que los pueblos, las familias y personas tienen el perfecto derecho de gozarse de los bienes que Dios, la fortuna o el trabajo propio les ha dado. Jesús, en cambio, indica: nadie tiene derecho de gozarse de sus bienes mientras haya pobres a su lado; porque la riqueza de este mundo no es objeto de posesión sino un medio de amor y de servicio.Pero la mayor riqueza de los fariseos se mueve en un plano diferente: «presumen de observancia delante de la gente» (16, 15). La palabra que se emplea en el texto original significa literalmente: «se justifican a ustedes mismos». Esa palabra pertenece al vocabulario de san Pablo y se refiere a las personas que presentan ante Dios sus propios méritos como objeto de posesión; son aquéllos que suponen ser amigos de Dios (justos) por que actúan bien y son mejores que los otros. Por eso, aunque dispongan de riquezas de este mundo, su auténtica riqueza es su conciencia, su propia rectitud, el mérito de haber cumplido la ley hasta el final.
Si la riqueza material es mala en la medida en que cierra al hombre sobre sí mismo y le convierte en incapaz de vivir para los otros, mucho peor es la soberbia de aquéllos que se toman como justos y desprecian a los otros. Pues bien, ésta es la actitud que Jesús ha condenado al referirse a los judíos de la secta farisea.Junto al dominio material de los que tienen la riqueza de la tierra y determinan siguiendo su interés y su capricho la marcha de la vida de los otros, existe el dominio espiritual de los que, fingiendo ser dueños de lo bueno y verdadero, esclavizan la conciencia ajena. Esta segunda forma de dominio es tan perversa como la anterior y puede penetrar dentro del mismo recinto de la Iglesia.El dinero no puede servir para utilizar a los demás sino para ayudarles a ser libres. De manera semejante, la grandeza interna de los hombres cultivados es valiosa en la medida en que sirve para que los otros encuentren su identidad, su valor y su autonomía.
Escuchamos de nuevo, el texto del Evangelio

MEDITAR
 ¿Con qué personaje(s) me identifico?
¿Cuáles son las actitudes de los personajes del texto?
¿Cuáles son las actitudes de Jesús?,
¿Qué me dice la idea y el valor fundamental del texto?, ¿cómo me interpela?, ¿qué me sugiere en mi relación con Dios y con los demás?
Leemos de manera personal el texto del Evangelio

ORAR
Con sencillez, comparto la oración que brota en mi ante lo iluminado por la palaba y lo compartido por mis hermanos y hermanas.
Puede ser una oración de alabanza, de agradecimiento, de petición, de bendición, de celebración…
Dejamos resonar lo compartido y escuchado

CONTEMPLAR

 Me dispongo física, mental y espiritualmente para escuchar el eco que deja en mí, el encuentro con este texto…
Saboreo la presencia bondadosa, activa y creativa de Dios, a través de su Palabra
Recogemos la experiencia vivida, escribiendo.

ACTUAR
 ¿Con qué idea – actitud – valor… me quedo? ¿Cómo y de qué manera va a iluminar mi vida cotidiana?
 Puedo seleccionar una frase del texto orado, con la cual deseo recordar la actitud o valor que me siento llamada o llamado a vivir
Podemos compartir en parejas lo escrito
Concluimos nuestra experiencia de Encuentro con la Palabra

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El hombre encuentra su sentido más profundo sólo si existe Dios "Catequesis de Benedicto XVI en la Audiencia General"

¡Queridos hermanos y hermanas!

Después de haber celebrado la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia hoy nos invita a conmemorar a todos los fieles difuntos, a dirigir nuestra mirada a tantos rostros que nos han precedido y han concluido su camino terrenal. En la Audiencia de este día, por tanto, quisiera proponeros algunos pensamientos sencillos sobre la realidad de la muerte, que para nosotros los cristianos está iluminada por la Resurrección de Cristo, y para renovar nuestra fe en la vida eterna.

Como ya dije ayer en el Angelus, en estos días vamos al cementerio para rezar por las personas queridas que nos han dejado, casi una visita para expresar, una vez más, nuestro afecto, para sentirlos cercanos, recordando también, de este modo, un artículo del Credo: en la comunión de los santos hay un vínculo estrecho entre los que caminamos todavía en esta tierra y los muchos hermanos y hermanas que ya han alcanzado la eternidad.

Desde siempre, el hombre se ha preocupado por sus muertos y ha intentado darles una especie de segunda vida a través de la atención, el cuidado, el afecto. En un cierto sentido, se quiere conservar su experiencia de vida; y, paradójicamente, el modo en que vivieron, lo que amaron, lo que temieron, lo que esperaron y lo que detestaron, lo descubrimos precisamente por sus tumbas, ante las cuales se agolpan los recuerdos. Son casi como un espejo de su mundo.

¿Por qué es así? Porque, a pesar de que la muerte sea un tema casi prohibido en nuestra sociedad, y se pretenda continuamente quitar de nuestra mente el solo pensamiento de la muerte, ésta nos afecta a cada uno de nosotros, afecta al hombre de todo tiempo y de todo lugar. Y ante este misterio todos, incluso inconscientemente, buscamos algo que nos invite a esperar, una señal que nos dé consuelo, que se abra algún horizonte, que ofrezca aún un futuro. El camino de la muerte, en realidad, es un camino de esperanza, y recorrer nuestros cementerios, como también leer las inscripciones sobre las tumbas, es llevar a cabo un camino marcado por la esperanza de eternidad.

Pero nos preguntamos, ¿por qué tememos la muerte? ¿Por qué la humanidad, en su mayoría, nunca se ha resignado a creer que más allá de ella no haya simplemente nada? Diría que las respuestas son muchas: tememos la muerte porque tenemos miedo de la nada, de este partir hacia algo que no conocemos, que nos es desconocido. Y entonces hay en nosotros un sentimiento de rechazo porque no podemos aceptar que todo lo que de bello y de grande ha sido realizado durante toda una existencia sea eliminado de repente, caiga en el abismo de la nada. Sobre todo, sentimos que el amor reclama y pide eternidad, y no es posible que sea destruido por la muerte en un solo momento.

También tenemos temor ante la muerte porque, cuando nos encontramos al final de la existencia, existe la percepción de que hay un juicio sobre nuestras acciones, sobre cómo hemos llevado nuestra vida, sobre todo en esos puntos sombríos que, con habilidad, sabemos a menudo quitar o intentamos quitar de nuestra conciencia. Diría que precisamente la cuestión del juicio está a menudo implícita en el cuidado del hombre de todos los tiempos por los difuntos, en la atención hacia las personas que fueron significativas para él y que ya no están junto a él en el camino de la vida terrena. En un cierto sentido, los gestos de afecto, de amor que rodean al difunto, son una forma de protegerlo en la convicción de que no quedarán sin efecto en el juicio. Esto lo podemos captar en la mayor parte de las culturas que caracterizan la historia del hombre.

Hoy el mundo se ha convertido, al menos aparentemente, en mucho más racional, o mejor, se ha difundido la tendencia a pensar que toda realidad debe ser afrontada con los criterios de la ciencia experimental, y que también la cuestión de la muerte se debe responder, no tanto desde la fe, sino partiendo de conocimientos experimentales, empíricos. No nos damos suficientemente cuenta que, de este modo, caemos en formas de espiritismo, en la pretensión de tener algún contacto con el mundo más allá de la muerte, casi imaginando que haya una realidad, que finalmente, sería una copia de la presente.

Queridos amigos, la solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos nos dicen que solamente quien puede reconocer una gran esperanza en la muerte, puede también vivir una vida a partir de la esperanza. Si reducimos al hombre exclusivamente a su dimensión horizontal, a lo que se puede percibir empíricamente, la propia vida pierde su sentido profundo. El hombre necesita de la eternidad, y cualquier otra esperanza para él es demasiado breve, demasiado limitada. El hombre puede explicarse sólo si existe un Amor que supera todo aislamiento, también el de la muerte, en una totalidad que trascienda también el espacio y el tiempo. El hombre se puede explicar, encuentra su sentido más profundo, sólo si existe Dios. Y nosotros sabemos que Dios ha salido de su lejanía y se ha hecho cercano, ha entrado en nuestra vida y nos dice: ‘Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás’ (Jn 11,25-26)”.

Pensemos un momento en la escena del Calvario y volvamos a escuchar las palabras de Jesús, desde los alto de la Cruz, dirigidas al malhechor crucificado a su derecha: “En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23,43). Pensemos en los dos discípulos camino de Emaús, cuando después de haber recorrido un tramo con Jesús Resucitado, lo reconocen y parten sin dudar hacia Jerusalén, para anunciar la Resurrección del Señor (cfr Lc 24,13-35). Nos vuelven a la mente las palabras del Maestro con renovada claridad: “No se turbe vuestro corazón, tened fe en Dios y tened fe en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si no, no os habría dicho: 'Voy a prepararos un sitio'” (Jn 14, 1-2). Dios se ha mostrado verdaderamente, se ha hecho accesible, ha amado tanto al mundo que “nos ha dado a su hijo Unigénito, para que quien cree en Él no se pierda sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16), y en el supremo acto de amor de la cruz, sumergiéndose en el abismo de la muerte, la ha vencido, ha resucitado y nos ha abierto también a nosotros las puertas de la eternidad. Cristo nos sostiene a través de la noche de la muerte que Él mismo ha atravesado; es el buen Pastor, bajo cuya guía nos podemos confiar sin temor, ya que Él conoce bien el camino, ha atravesado también la oscuridad.

Cada domingo, recitando el Credo, reafirmamos esta verdad. Y al acudir a los cementerios para rezar con afecto y con amor por nuestros difuntos, se nos invita, una vez más, a renovar con valor y con fuerza nuestra fe en la vida eterna, es más, a vivir con esta gran esperanza y a dar testimonio de ella al mundo: después del presente no está la nada. Y precisamente, la fe en la vida eterna da al cristiano el valor para amar aún más intensamente esta tierra nuestra y trabajar para construirle un futuro, para darle una esperanza verdadera y segura.