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sábado, 10 de septiembre de 2011

Notas del hermano Cesar Henrique - misionero y peregrino marista

 
Mientras seguimos el camino de preparación a la Asamblea Internacional de la Misión, viene con frecuencia a mi mente una inquietud ¿sabremos descifrar el querer de Dios en el momento actual de la historia para continuar con la misión marista en fidelidad a nuestros orígenes, a la Iglesia y, sobre todo, a las necesidades de los niños y los jóvenes de nuestros países?

El camino que hemos recorrido y lo que nos queda por delante es un tiempo privilegiado para discernir la voluntad de Dios en la misión de cada uno de los y las Maristas, de nuestras Provincias, y de nuestro Instituto en general. Si bien, la Comisión Preparatoria ha dicho que la elaboración de un documento no es el objetivo principal de la Asamblea que tendrá lugar en Mendes, yo sí espero que la Asamblea proponga algunas convicciones que reflejen el fruto de la reflexión, la oración y el discernimiento realizado, y que estas convicciones animen, iluminen y den renovado empuje a la misión marista en los próximos años.

Hay tres aspectos que deberían tenerse presentes en toda consideración sobre la misión marista: La “Organización”, los “Destinatarios”, y la “Fuente” de la misión. Cada uno de ellos tiene una función diferente al momento de configurar la misión marista y debe ser considerado en su justa dimensión.

La organización responde a las siguientes preguntas: ¿quién lleva a cabo la misión? ¿cómo? ¿con qué recursos? ¿con qué metodología? Cuando hablo de organización me refiero a todos aquellos elementos que son la parte más “visible” de nuestra misión marista. Poseemos infinidad de ejemplos y experiencias relativos a este aspecto. Sobre todo, el testimonio de las muchas vidas, generosamente entregadas para la misión, de hermanos, laicos y laicas, maestros y maestras, jóvenes animadores de grupos, voluntarios y tantas otras personas que han contribuido directa o indirectamente a la misión marista. Contamos con múltiples recursos y metodologías para el trabajo educativo y evangelizador con los jóvenes. La misión compartida de hermanos, laicos y laicas, en cuanto formas concretas de trabajo común, se enmarca dentro de este aspecto organizacional: estamos “asociados” para la misión. Debido a las diferentes situaciones que nos está tocando vivir en el momento actual (disminución numérica de hermanos, la falta de comprensión sobre la vocación de los laicos maristas, las dificultades económicas en algunos países, el lento y a veces difícil proceso que ha implicado la reestructuración en algunas provincias…) no es extraño que la organización sea el aspecto más presente en las discusiones sobre la misión marista y se refleje así en algunos documentos resultantes de las asambleas provinciales.

El tema de los destinatarios es tan importante como el anterior. Los destinatarios de nuestra misión son los niños y jóvenes: los que asisten a nuestras obras maristas… pero también aquellos que no tienen ese privilegio y esa oportunidad. Los primeros son muy visibles para nosotros; los segundos, quizás no. ¿Cuántas referencias a la realidad de los niños y jóvenes encontramos en los documentos conclusivos de las Asambleas Provinciales? ¿Acaso las miradas se dirigen más a lo que hacemos y a cómo lo hacemos? Nunca será suficiente repetir que los maristas nacimos de una experiencia de solidaridad. Estamos invitamos a ver constantemente los rostros de los “Montagne” de hoy: los inmigrantes, los niños y niñas que mueren antes de cumplir un año, los huérfanos del SIDA, los que son obligados a prostituirse, los que son forzados a combatir en conflictos armados, los que viven con menos de un dólar al día, los que son excluidos porque se les niegan sus derechos…. Y recordemos que para ir al encuentro del joven Montagne, Marcelino tuvo que salir de su casa y caminar un largo trecho. Hacer una relectura de la Misión Marista desde la entera vida de Champagnat, debería llevarnos a hacer nuestra la sensibilidad del Fundador por las necesidades de los niños y jóvenes a su alrededor.

Las Constituciones del Instituto, en el número 2, nos recuerdan que esta sensibilidad de Marcelino proviene de una experiencia “fundante”: “Movido por el Espíritu, Marcelino Champagnat quedó cautivado por amor de Jesús y María a él y a los demás”. El texto continúa: “Esta experiencia, unida a su apertura a los acontecimientos y personas, se convierte en fuente de su espiritualidad y celo apostólico, y lo hace sensible a las necesidades de su tiempo, sobre todo a la ignorancia religiosa y a las situaciones de pobreza de la niñez y juventud”. La “Fuente” de la misión es una: reconocer la acción de Dios en cada una de nuestras vidas, que nos revela la ternura de su Amor y nos hace comprender que el Proyecto de Dios es un proyecto de Vida para todos y todas, en especial para los más necesitados. Sin la referencia continua a esta “Fuente” –que no es teoría, sino experiencia vital–, la misión pierde todo su sentido. Sin una profundización en esta experiencia fundante, la de Marcelino, y la de cada uno de nosotros, nuestro salir al encuentro de los Montagne de hoy, no será auténtico; nuestra organización hacia el exterior será impecable, pero carecerá de sentido en su interior.

Que las urgencias no desvíen nuestra atención de lo esencial. La organización es importante, pero lo fundamental no está allí. Tengamos muy presente que es la experiencia transformadora del Amor de Dios lo que nos hace mirar la realidad de los niños y jóvenes, y dar nuestras vidas mediante un servicio concreto. Estar “fundamentados” hará más fácil hacer frente a las dificultades que mencionaba antes y dar respuesta a las llamadas que la realidad de los niños y jóvenes nos dirigen y que nos piden un compromiso concreto por la justicia, la paz y la solidaridad.

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