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domingo, 2 de diciembre de 2012

PERFIL DE UNA FRATERNIDAD DEL MOVIMIENTO CHAMPAGNAT (hno. Feliciano Arroyo)


PERFIL DE UNA FRATERNIDAD
DEL MOVIMIENTO CHAMPAGNAT (hno. Feliciano Arroyo)

La Fraternidad del Movimiento Champagnat está formada por hombres y mujeres cristianos que, atraídos por la persona y el carisma de san Marcelino Champagnat, intentamos orientar nuestra vida desde el Evangelio, y según los rasgos de la espiritualidad marista:

Optamos por seguir a Jesús al estilo de María desde nuestra condición laical.
Nuestra opción responde a la llamada gratuita que hemos recibido de Cristo para asemejarnos a Él y a la misión que nos ha confiado. Como en Champagnat, nuestro seguimiento brota de la íntima vivencia del amor de Dios Padre, así como de la apertura a los acontecimientos y a las personas.

Vivimos y compartimos nuestra fe en comunidad.
Nuestra Fraternidad es una manera concreta de vivir como Iglesia. En ella experimentamos la cercanía de Dios, que se nos hace presente en el encuentro con las personas, especialmente las más desatendidas, los acontecimientos cotidianos, la oración, la Eucaristía, la Palabra de Dios y el compromiso apostólico en las distintas realidades temporales. Queremos que nuestras relaciones fraternas sean un reflejo del espíritu de familia de Nazaret, que se caracteriza por la sencillez y la búsqueda de la unidad, en un clima de alegría.

Reconocemos en María nuestro peculiar camino de vivir el Evangelio.
Nos sentimos llamados a ser memoria viva de María en la Iglesia. Laasociamos siempre a Jesús, como el Padre Champagnat. El amor y la admiración que sentimos por ella nos impulsan a reproducir en nosotros sus actitudes. Acudimos a ella confiadamente, la llamamos Madre Buena y la presentamos como discípula perfecta, compañera de camino en la peregrinación de la fe, mujer valiente y profética, camino que lleva a Jesús.

Nos comprometemos en la construcción del Reino.
Seguimos así los pasos de Jesús, que entregó su vida por esta causa. Evangelizamos, ante todo, con el testimonio de vida, siendo fermento en nuestros propios ambientes. También, con la oración y la palabra. Queremos construir el Reino entre los niños y los jóvenes, especialmente los más pobres y abandonados, en el mundo del trabajo y de la profesión, y en nuestras familias, entregándonos a esta misión con la misma pasión apostólica que inflamó el corazón compasivo del Padre Champagnat.

Nos hacemos sensibles a las situaciones injustas y somos solidarios con quienes las sufren.
Despertamos en nosotros el sentido crítico que nos permite analizar la realidad desde el Evangelio para comprometernos en su transformación. Este compromiso, diversificado según las capacidades y posibilidades e cada miembro de la Fraternidad, permite ir haciendo más efectiva nuestra solidaridad con los pobres y los que sufren. Juntamente con otros hombres y mujeres, promovemos la fraternidad y nos empeñamos en el trabajo por la paz, la justicia y la salvaguarda de la creación.

Vivimos en Comunión con la Iglesia.
Insertos activamente, como miembros del Pueblo de Dios, en nuestras parroquias y diócesis, a través de una apertura y colaboración sinceras, ofrecemos la contribución de una Fraternidad que pretende vivir con talante misionero, al estilo marista. Favorecemos también la comunicación y acciones conjuntas con otros movimientos o grupos eclesiales.

Asumimos nuestra formación permanente, de manera personal y colectiva.
Esta formación, medio excelente de crecimiento humano y espiritual, parte sobre todo de la Palabra de Dios, tiene en cuenta las situaciones reales de la Fraternidad y se esfuerza por integrar fe, cultura y vida.
                                                           

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