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lunes, 22 de agosto de 2011

“¿Dónde habla hoy el Evangelio?”

“¿Dónde habla hoy el Evangelio?” preguntaba Maurice Bellet en 1972. Buena noticia: ¡nuevos lugares hacen revivir hoy el Evangelio de Cristo!. Hombres y mujeres se levantan. Algunos institutos se renuevan y se recrean. Fundadores que continúan fundando más allá del tiempo! Se creía que el árbol de las comunidades religiosas era raquítico, viejo tronco que sólo esperaba ser abatido. Pero he aquí que él rebrota en 1000 lugares, de 1000 modos. No se trata de un estremeciendo, según el P.Dortel-Claudot, ni siquiera de una expansión de la corteza, se trata de nuevos brotes: sea de forma espontánea, sea como consecuencia de un injerto, o bien mediante el abono de la formación, o adecuando espacio y propuestas a la base del tronco o a su lado, hacen vivir, revivir una herencia decisiva.

Como teóloga moralista, sólo puedo alegrarme de esta vitalidad de la savia evangélica que, desde las encinas fundadoras, despiertan estos nuevos brotes al servicio de las sociedades y de las Iglesias.

He leído con mucho interés las dos encuestas que habéis llevado a cabo. Evidentemente, Cristo ha llamado a la puerta de numerosas comunidades. Sin duda, ha invitado a hombres y a mujeres de todas las latitudes. Le habéis abierto la puerta (Ap.3, 20) y ha entrado en vuestra casa, ha entrado en Su casa. Esto os ha desplazado y os ha inquietado, aunque también os ha enriquecido y estimulado para ir al corazón de nuevos dinamismos.

Sin embargo, “aquel de entre vosotros, que quiere construir una torre, ¿no comienza por sentarse para calcular los gastos y considerar si tiene lo necesario para llegar al final?” (Lc.14, 28). Pues, si hoy nos alegramos de tantos brotes nuevos, es preciso también de forma racional afrontar, reflexionar, discernir. Surge entonces la pregunta: ¿qué hacemos con los nuevos brotes? Les permitimos un desarrollo, digamos, “salvaje”? ¿Les quitamos la piel? ¿Previendo qué forma, con qué utilidad, para quién, con qué finalidad, con qué medios? Anteriormente, ya lo habéis subrayado, había la tendencia de suprimir lo que no se acomodaba de inmediato al cuadro de la comunidad. ¿Es posible hoy día?
Más aún, estos nuevos impulsos, ¿qué tienen que ver con la modernidad, con este siglo que consideramos tan secularizado? ¿A menos que esta secularización no presente efectos paradójicos de estímulo, de referencia directa a figuras evangélicas fuertes hasta redescubrirlas? Sin embargo, ¿cómo sensibilizar a todo el Instituto, a toda la Iglesia, incluso a toda la sociedad con esta nueva aportación?

No tengo la respuesta de todas estas preguntas, solamente algunos puntos de encuentro de teología y sobre todo de ética teológica, para guiarnos en el discernimiento.

Distribuiré mi exposición en tres partes:

• Ante todo, quisiera recordar la aportación social y religiosa moderna que conllevan estas nuevas emergencias espirituales.
• Quisiera, a continuación, releer el episodio de Juan sobre la formación de la primera familia “crística”.

• Finalmente, deducir algunas enseñanzas para nuestro discernimiento.

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